Jesús entró en Jericó y empezó a atravesar la ciudad. Había allí un hombre llamado Zaqueo. Era jefe de los recaudadores de impuestos y era muy rico.
Él quería ver a Jesús, pero no podía a causa de la multitud y porque era un hombre de muy baja estatura.
Así pues, Zaqueo corrió y se subió a un sicómoro para vislumbrar a Jesús.
Jesús pasó justo por debajo del árbol en el que estaba Zaqueo y miró hacia arriba. Entonces Jesús dijo,
“Zaqueo, date prisa y baja aquí, porque hoy voy a alojarme en tu casa”.
Zaqueo bajó rápidamente del árbol e hizo los preparativos para recibir a Jesús en su casa. Y lo hizo con alegría en el corazón.
Cuando las muchedumbres oyeron y vieron lo que hacía Jesús, murmuraron diciendo,
Se va a quedar con un hombre que es un pecador’.
Zaqueo se levantó y dijo a Jesús,
He aquí, Señor, la mitad de mis bienes voy a dar a los pobres, y si he engañado a alguien, le devolveré el cuádruple.’
Jesús le dijo,
“Hoy ha llegado la salvación a tu casa. Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”.
Había una gran expectación entre las muchedumbres ante la inminente aparición del reino de Dios.