A medida que Jesús continuaba Su ministerio, las multitudes que le seguían empezaron a crecer. Había tanta gente que moverse de un sitio a otro resultaba difícil.
Jesús se alejó un poco de la multitud y empezó a enseñar a Sus discípulos. Escucha lo que les dijo Jesús,
“Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No hay nada que ahora esté oculto que no vaya a ser revelado, y no hay nada oculto que no vaya a ser dado a conocer.
Recordad que todo lo que hayáis dicho en la oscuridad se oirá en la luz, y las cosas que hayáis dicho en el lugar más secreto serán difundidas en las azoteas.
Os digo, amigos míos, que no tengáis miedo de los que matan el cuerpo, porque eso es todo lo que pueden hacer. Pero os advierto que tengáis miedo de AQUEL que tiene el poder no sólo de matar el cuerpo, sino de arrojar el alma al infierno. Tenedle miedo.
¿No se venden dos gorriones por un cuarto de penique? Y ni uno solo de ellos es olvidado en los ojos de Dios. Cada cabello de tu cabeza está contado, No temáis, sois más valiosos que muchos gorriones.
Y os digo una cosa: a todo el que me reconozca delante de los hombres, yo le reconoceré delante de los ángeles de Dios. Pero la persona que me niegue en presencia de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios.
Todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre será perdonado. Pero si una persona blasfema contra el Espíritu Santo, no será perdonada.
Cuando os lleven ante la sinagoga y los gobernantes y las autoridades, no os angustiéis por cómo responderéis a sus acusaciones, ni por lo que debáis decir, pues el Espíritu Santo os enseñará lo que debéis decir en el momento en que se os pida que habléis.
Gritó una de las personas de la multitud,
‘Maestro, dile a mi hermano que reparta la herencia conmigo’.
Jesús le dijo,
“¿Quién me ha hecho juez o divisor sobre vosotros?”
Se volvió hacia la multitud y dijo,
“Prestad atención y guardaos de la codicia. La vida de un hombre no se mide por el número de cosas que posee”.
