A partir de entonces, Jesús empezó a decir claramente a Sus doce discípulos que iba a sufrir de gran manera.
Él les dijo que debía ir a Jerusalén y ser rechazado y atormentado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas. Les dijo que le iban a matar y que Él resucitaría al tercer día.
Pedro llevó a Jesús aparte y empezó a refutar lo que dijo, diciéndole que las cosas que Jesús estaba prediciendo nunca sucederían.
Jesús se volvió para que todos Sus discípulos pudieran oírle, y le dijo a Pedro,
“¡Apártate de mí, Satanás! Eres una piedra de tropiezo para mí. No estás pensando en esto de la manera en que lo hace Dios. Hablas de cosas que conciernen a los hombres”.
Después de esto, Jesús convocó a la multitud junto con Sus discípulos y empezó a hablarles.
Jesús les dijo,
“Si alguno de vosotros queréis venir y seguirme, deberéis negaros a vosotros mismos y tomar vuestra cruz a diario y seguirme.
Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; y quien quiera perder su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su propia vida? ¿Qué puede intercambiar una persona por su vida?
El que en esta generación adúltera y pecadora se avergüence de mí y de mis palabras, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con los santos ángeles, en su propia gloria y en la gloria del Padre.La verdad es que algunos de los que estáis aquí viviréis para ver venir el reino de Dios con poder.”