Al día siguiente, después de bajar de la montaña, Jesús vio una multitud de gente. Vio que los escribas interrogaban a Sus doce discípulos.
Cuando la multitud vio a Jesús, se asombró porque el rostro de Jesús resplandecía.
Jesús preguntó a la multitud y a Sus discípulos qué preguntas habían hecho los escribas.
Uno de los hombres de la multitud se arrodilló ante Jesús y le dijo,
“Maestro, he traído a mi hijo, que tiene un espíritu maligno que le impide hablar; también tiene epilepsia y está sufriendo mucho. El espíritu maligno le tira al suelo, cruje los dientes y echa espuma por la boca.
Está muy lastimado por todos los malos tratos y está lleno de llagas. Yo llevé al niño a tus discípulos, pero ellos no pudieron expulsar al espíritu maligno”.
Jesús dijo al hombre,
“Oh generación sin fe y perversa, ¿hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que aguantaros? Traedme a vuestro hijo”.
Llevaron al muchacho ante Jesús y, cuando el muchacho vio a Jesús, el demonio lo tiró al suelo y empezó a dar vueltas y a echar espuma por la boca.
Jesús le preguntó al padre,
“¿Desde cuándo está así tu hijo?”
Respondió el padre,
“Desde que era un niño pequeño. A veces el espíritu inmundo lo arroja al fuego y a veces lo arroja al agua.
Si puedes hacer algo por él, por favor, ten compasión de nosotros y ayúdanos”.
Respondió Jesús,
“¡Si puedo! Toda las cosas son posibles para aquel que cree”.
Inmediatamente, el padre del niño gritó a Jesús,
“¡Yo creo, por favor, ayuda a mi incredulidad!”
Cuando Jesús vio que la gente venía de todas partes para unirse a la multitud, Él reprendió al espíritu impuro y le dijo,
“Espíritu sordo y mudo, te ordeno que salgas de él y no vuelvas a entrar en él”.
El espíritu inmundo causó un gran tormento, pues se obstinaba en salir del muchacho, y éste yacía inmóvil en el suelo como si estuviera muerto.
Jesús tomó al niño de la mano, lo levantó y éste quedó sanado. Jesús entregó el niño a su padre.
Todos quedaron asombrados ante la majestad de Dios.
Después, Jesús fue a la casa donde se hospedaba. Sus discípulos se acercaron a Él y le preguntaron,
“¿Cómo es que nosotros no pudimos expulsar al espíritu inmundo?”.
Jesús les dijo,
“A causa de vuestra poca fe. Escuchad esta verdad y prestad atención, porque si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a esta montaña: muévete a otro lugar, y se movería.
Si tenéis fe, nada será imposible para vosotros”.
Luego Él les dijo,
“Este tipo de demonio sólo puede salir con la oración”.