Mientras iban de camino por Samaría hacia Jerusalén, se les acercó un hombre y les dijo que seguiría a Jesús dondequiera que fuera. Jesús se volvió hacia el hombre y le dijo,
“Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.
Jesús le dijo a otro,
“Sígueme”.
El hombre respondió,
“Te seguiré, pero antes permíteme despedirme de mis parientes”.
Pero Jesús le dijo
“Si un hombre pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el reino de Dios”.