Jesús les dijo,
“Si tu hermano peca contra ti, ve a él y muéstrale su falta, entre tú y él solos.
Si te escucha, habrás ganado un hermano.
Pero, si no te escucha, lleva contigo a uno o dos testigos más, para que el asunto quede claro.
Si aun así se niega a escuchar, lleva el asunto a la asamblea de creyentes.
Si se niega a escuchar a la asamblea de creyentes, déjalo en paz y deja de tener trato con él y trátalo como a un extraño.
La verdad importante que debéis comprender es que todo lo que atéis en la Tierra quedará atado en el Cielo, y todo lo que desatéis en la Tierra quedará desatado en el Cielo.
Otra vez os digo que si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será hecha por mi Padre que está en los cielos.
Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy en medio de ellos”.
Entonces vino Pedro y preguntó,
“Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a mi hermano cuando peca contra mí? ¿Debo perdonarle siete veces?”
Jesús dijo a Pedro,
“No siete veces, sino setenta veces siete.
El reino de los cielos es como un rey que pidió cuentas a todos sus siervos de las deudas que tenían con él.
Uno de los siervos que fue llevado ante el rey debía el equivalente a 1,5 millones de dólares.
Como el siervo no podía pagar la deuda, el rey ordenó que se vendieran todas las tierras y propiedades del siervo y que él y su familia fueran vendidos como esclavos para saldar la deuda.
El siervo se postró y adoró al rey, y le rogó que tuviera paciencia con él, prometiéndole pagarlo todo.
El rey se compadeció de él, lo liberó de la esclavitud y le perdonó toda la deuda.
Aquel día, el siervo salió y encontró a otro compañero que le debía 500 dólares. Agarró al siervo por el cuello y le dijo que debía pagarle lo que le debía.
El consiervo se postró y suplicó al hombre que tuviera paciencia con él y le pagaría lo que le debía. Pero en vez de mostrarle misericordia, hizo que metieran al otro siervo en la cárcel.
Cuando los demás siervos vieron cómo habían tratado a su consiervo, se disgustaron mucho, y fueron a ver al rey y le contaron todo lo que había hecho el siervo que no perdonaba.
El rey llamó entonces al siervo que no perdonaba y le dijo,
‘Siervo malvado, te perdoné toda la deuda que tenías porque me suplicaste que lo hiciera. ¿No deberías haberte apiadado de tu consiervo, igual que yo me apiadé de ti? ‘
El rey se encoleró mucho con el siervo malvado e hizo que lo llevaran ante los verdugos hasta que pudiera pagar todo lo que debía.”
Entonces Jesús dijo,
“Vuestro Padre celestial os tratará de la misma manera si no perdonáis de corazón a vuestro hermano”.