Jesús les contó otra parábola. Les dijo,
“¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios?
¿Qué parábola puede explicar su excelencia?
El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre tomó y plantó en su campo.
Una semilla de mostaza es la más pequeña de las semillas que se cultivan en el jardín.
Pero una vez que empieza a crecer, se hace cada vez más grande, más grande que cualquiera de las otras plantas del jardín. Finalmente, alcanza el tamaño de un árbol y echa grandes ramas.
Los pájaros vienen y se refugian y encuentran sombra y hacen sus hogares en sus ramas”.
En otra parábola, Jesús dijo que el Reino de los Cielos es como la levadura que una mujer escondió en tres medidas de harina, y se mezcló e impregnó toda la masa.
Jesús contó todas estas parábolas a las multitudes, y Él sólo les enseñó en parábolas sin ninguna explicación. Así se cumplieron las profecías de los Salmos que decían,
“Abriré mi boca en parábola; diré cosas ocultas desde la fundación del mundo”.
Pero a Sus propios discípulos les explicó todo.