Jesús también se le apareció a Santiago. Él se mostró vivo a los apóstoles durante cuarenta días y con muchas pruebas. Él les habló del reino de Dios.
Él les dijo que no dejaran Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre, la unción del Espíritu Santo que les guiaría en toda la verdad y les mostraría las cosas venideras.
Jesús se lo recordó,
“Juan bautizó con agua. Pero tú serás bautizado en el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
Estas son mis palabras que os hablé mientras estaba con vosotros, para que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.”
Entonces, Él les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras.
Les mostró dónde estaba escrito que Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que se predicaría en su nombre el arrepentimiento y la remisión de los pecados a todas las naciones, empezando por Jerusalén.
Entonces Jesús les dijo,
“Os envío con las promesas de mi Padre. Pero quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos con el poder de lo alto”.
Ellos le preguntaron al Señor,
‘¿Es éste el momento en que vas a restaurar el reino de Israel?’
Jesús les dijo,
“No os corresponde a vosotros conocer el tiempo o las estaciones que el Padre ha fijado dentro de su propia autoridad.
Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaría y hasta los últimos confines de la tierra.”