Los fariseos empezaron a tramar cómo podrían atrapar a Jesús con Sus propias palabras.
Ellos enviaron a algunos de los fariseos más jóvenes, pensando que era más probable que Jesús respondiera a sus preguntas porque parecían estudiantes.
Vinieron, encontraron a Jesús y le dijeron,
‘Sabemos que sólo enseñáis lo que es verdadero y agradable a Dios ¿Dinos, pues, si nos es lícito dar tributo al César o no?’
Jesús sabía que estaban siendo malvados y astutos. Él conocía la hipocresía que había en su corazón y les dijo,
“¿Por qué intentáis llevarme a juicio, hipócritas? Mostradme el dinero del tributo. Traedme una moneda”.
Una vez que Jesús tuvo la moneda, Él les preguntó
“¿De quién es la imagen y el nombre de la moneda?”
Respondieron los fariseos,
‘César’.
Jesús les dijo,
“Dad al César lo que es del César y dad a Dios lo que es de Dios”.
Los fariseos no pudieron encontrar ningún fallo en ello y se maravillaron mucho de Su respuesta. Se quedaron callados y se marcharon.