Jesús continuó sus viajes por muchas ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas y predicando el Evangelio del Reino y sanando toda clase de enfermedades y toda clase de dolencias.
Pero cuando vio a las muchedumbres, Él sintió compasión de ellos. Estaban angustiados y dispersos, como ovejas sin pastor.
Jesús dijo a Sus doce discípulos,
“La cosecha es inmensa, pero los segadores son pocos. Orad al Señor de la cosecha y pedídle que os envíe obreros a su cosecha”.
Jesús reunió a Sus doce y empezó a enviarlos de dos en dos. Él les dijo que sanaran a los enfermos y predicaran la buena nueva del Reino.
Les dijo que no debían llevar nada para el viaje, excepto un báculo. No debían llevar pan ni dinero. En lugar de eso, debían salir sólo con las sandalias en los pies y sin siquiera un abrigo extra.
Les dijo que no fueran a los gentiles ni a las ciudades de Samaría, sino que se concentraran en las ovejas perdidas de la casa de Israel.
En tanto ellos estaban saliendo, Jesús les recordó que habían recibido gratuitamente y que debían dar gratuitamente.
Jesús les dijo que encontraran a alguien digno en una ciudad y se quedaran con esa familia. Si la casa era digna, debían saludarla con una proclamación de paz. Si no era digna, no habría paz en la casa.
Jesús les dijo,
“A donde quiera que vayáis, quedaros en una casa hasta que salgáis de la ciudad. Si no os reciben a vosotros ni a vuestra predicación, sacudid el polvo de vuestros pies como testimonio contra ellos.
La verdad que debéis comprender es que será mejor para la tierra de Sodoma y Gomorra en el día del juicio que para la ciudad que rechace vuestro testimonio de que el reino de Dios está cerca.
Os envío como ovejas en medio de lobos, así que sed prudentes como serpientes e inofensivos como palomas. Pero guardaos de todos los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas.
Seréis llevados ante gobernadores y reyes por mi causa, como testimonio a los gentiles.
Pero cuando os entreguen, no os angustiéis ni os preocupéis por lo que vayáis a decir. El Espíritu de Dios os dará las palabras que debéis decir… cuando llegue el momento.
El hermano entregará al hermano a la muerte, y el padre entregará a su propio hijo, y los hijos se levantarán contra sus padres y los harán morir por causa de mi nombre.
El que persevere hasta el fin se salvará.
Cuando os persigan en una ciudad, huid a la siguiente. Os aseguro que no habréis recorrido todas las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre.
Si me han llamado el amo de la casa de Belcebú, no podéis esperar un trato mejor.
No les tengáis miedo. No hay nada encubierto que no vaya a ser revelado.
Todo lo que está oculto se conocerá. Lo que os diga en la oscuridad, decidlo en la luz.
No temáis a los que pueden matar el cuerpo pero no el alma. Temed a Dios, que puede arrojar el cuerpo y el alma al infierno.
El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de Mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por Mi causa, la encontrará.
El que os recibe a vosotros, Me recibe a Mí. El que Me recibe a Mí, recibe al que Me ha enviado.
Si una persona recibe a un profeta en nombre del profeta, recibirá la recompensa de un profeta. Si recibe a un justo en nombre de un justo, recibirá la recompensa de un justo”.
Los discípulos partieron y recorrieron las aldeas predicando que los hombres debían arrepentirse. Predicaron la Buena Nueva. Expulsaron a los demonios, ungieron a los enfermos con aceite y los sanaron.
Después de que Jesús les dio a sus discípulos estas instrucciones, Jesús se fue a predicar y enseñar en las ciudades.