Mateo, llamado también Leví, era el último de los doce discípulos a quien Jesús había llamado mientras recaudaba impuestos cerca del mar de Galilea. Mateo hizo una gran fiesta para Jesús en su casa.
Los demás discípulos se unieron a Jesús, junto con los viejos amigos y conocidos de Mateo, entre los que había recaudadores de impuestos y otras personas de baja reputación.
Cuando los dirigentes religiosos (fariseos y maestros) vieron a Jesús comiendo y bebiendo con recaudadores de impuestos y otros marginados de la sociedad, empezaron a criticar a Jesús y a Sus discípulos preguntándoles,
“¿Por qué coméis y bebéis con recaudadores de impuestos y pecadores?”
Cuando Jesús oyó lo que decían, él respondió,
“No son las personas que están bien las que necesitan un médico, sino las que están enfermas. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento. Id y aprended lo que esto significa. Deseo misericordia y no sacrificios”.
Los discípulos de Juan y algunos fariseos estaban ayunando. Algunos de los discípulos de Juan se acercaron a Jesús para preguntarle por qué sus discípulos no ayunaban.
Respondió Jesús,
“¿Lamentan (ayunan) los amigos del novio mientras el novio está con ellos? No. Mientras el novio esté con ellos, no pueden ayunar.
Pero llegará el día en que el novio les será arrebatado, y entonces ellos ayunarán”.
Él les contó esta misma historia a los discípulos de Juan. Jesús les dijo,
“Nadie toma un trozo de tela de un vestido nuevo y lo cose en un vestido viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo reventaría los odres y el vino se derramaría y se perdería. Sino que se pone vino nuevo en odres nuevos”.
