Jesús y Sus doce discípulos estaban orando, y después de la oración, uno de los discípulos le dijo a Jesús,
“Señor, enséñanos a orar, como Juan el Bautista les enseñó a sus discípulos”.
Jesús les dijo,
“Cuando ores, decid; Padre, Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu Reino. Danos hoy nuestro pan de cada día, y perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. No nos dejes caer en la tentación”.
Entonces Jesús les preguntó,
“¿Quién de vosotros tiene un amigo al que iría a medianoche y le diría,
‘Amigo, préstame tres piezas de pan. Un amigo mío acaba de llegar de un viaje y no tengo nada para darle de comer’.
¿Respondería el amigo,
‘No me molestes ahora, todos mis hijos están en la cama y es demasiado tarde. ¿No puedo levantarme y ayudarte?’
Os digo esto, que aunque él no se levantara a ayudaros por vuestra amistad, él se levantaría sólo para librarse de las molestias y el ruido que causasteis a medianoche.
Yo os digo,
Pedid, y se os dará. Buscad, y lo encontraréis. Tocad a la puerta, y se os abrirá.
Si un hijo pide una barra de pan, ¿le dará el padre una piedra? O si le pide un pez, ¿le dará una serpiente? O si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión? Si vosotros, que sois malos, sabéis cómo dar buenos regalos a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan?”