Y, después de que los soldados romanos se burlaran de Jesús, ellos le quitaron el manto púrpura y le volvieron a poner Sus propias vestiduras. Ellos lo llevaron para crucificarlo y Él se fue, cargando Su cruz por sí mismo.
Cuando ellos estaban en camino hacia al lugar donde Jesús iba a ser crucificado, los soldados romanos encontraron a un hombre llamado Simón de Cirene (padre de Alejandro y Rufo) y le obligaron a llevar la cruz de Jesús.
Y le seguía una gran multitud, y todas las mujeres gemían y se lamentaban.
Jesús se volvió hacia ellos y les dijo,
“Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Se acerca el día en que dirán: ‘Bienaventuradas las estériles y los vientres que nunca dieron a luz’.
Entonces, dirán a las montañas: ‘Caed sobre nosotros’, y a las colinas: ‘Cubridnos’. Porque si hacen estas cosas cuando el árbol está verde, qué harán ellos cuando esté seco”.
Había otros dos criminales que estaban siendo ejecutados al mismo tiempo que Jesús. Y los llevaron al lugar, que en hebreo se llama Gólgota. Esto quiere decir, el lugar de la calavera.
Y, cuando ellos llegaron al lugar, le ofrecieron a Jesús vino para beber, mezclado con hiel. Cuando Jesús lo probó, Él no lo quiso beber.