The Story of Jesus

Jesús Envía a los Setenta

Parte 3

Después de esto, Jesús designó setenta mensajeros que envió de dos en dos a todas las ciudades y lugares que Él iba a visitar.

Esto no incluía a los doce discípulos de Jesús.

Él les dijo a los setenta mensajeros,

“La cosecha es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad al Señor de la cosecha que envíe obreros a la cosecha.

Seguid vuestro camino. Mirad, os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis dinero, ni zapatos de más, y no habléis con nadie por el camino.

En cualquier casa en la que entréis, decid primero: “La paz sea con esta casa”.

Si os reciben, entonces vuestra paz descansará sobre esa casa. Si no os reciben, entonces no habrá bendición en esa casa.

Quedaos en la misma casa, y comed y bebed lo que os den, pues el obrero es digno de su salario. No vayáis de casa en casa.

En cualquier ciudad en la que entréis, recibid lo que os pongan delante y comed lo que os sirvan.

Sanad a los enfermos y decidles: ‘El Reino de Dios está muy cerca de vosotros’.

Si vais a una ciudad y no os reciben, salid a la calle y sacudid el polvo de vuestros pies como testimonio contra ellos. Decidles que el Reino de Dios está muy cerca.

Os digo que el día del juicio será más tolerable para Sodoma que para esa ciudad.

¡Ay de ti, Corazín!

¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, estarían arrepentidas, postradas en arpillera y cenizas.

¿Y que será de Cafarnaún, será exaltada a los cielos? Será bajada a los infiernos.

La persona que te escucha a ti me está escuchando a mí, y la persona que te rechaza a ti me está rechazando a mí. La persona que me rechaza a mí, rechaza al que me envió”.

Los setenta salieron e hicieron lo que Jesús les había mandado. Cuando regresaron a Jesús, estaban llenos de alegría diciendo,

“Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”.

Jesús les dijo,

“Vi a Satanás que caía del cielo como un rayo. Mirad, os he dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones, y para aplastar todo el poder del enemigo. Nada podrá hacerte daño.

Pero no os alegréis de que los espíritus os estén sometidos, sino alegraos de que vuestros nombres estén escritos en el cielo.”

En la misma hora, Jesús se regocijó en el Espíritu Santo y dijo,

“Os doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habéis ocultado estas cosas a los sabios e instruidos y se las habéis revelado a los niños. Sí, Padre, porque esto os ha complacido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, exceptuando al Padre y aquel a quien el Hijo se revele”.

Volviéndose a los discípulos, les dijo en privado,

“Bienaventurados los ojos que ven las cosas que vosotros veis. Os digo esto: muchos profetas y reyes han deseado ver y oír las cosas que vosotros habéis visto, y no las vieron ni las oyeron.”