Entonces le preguntaron a Jesús,
“¿Quién eres tú?”
Jesús les dijo,
“Os he dicho quién soy desde el principio. Tengo muchas cosas que deciros y juzgaros.
El que me envió es veraz y las cosas que oí de él son las que estoy diciendo al mundo”.
¡Por fin! Comprendieron que Jesús hablaba de Dios Padre.
Jesús les dijo,
“Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que yo soy él, y que no hago nada por mí mismo, sino que sólo hago lo que el Padre me ha enseñado.
El que me ha enviado no me ha dejado solo, y siempre hago las cosas que le agradan”.
Cuando Jesús pronunció estas palabras, muchos le creyeron.
Jesús dijo a los judíos de Jerusalén que habían creído en Él,
“Si permanecéis en mi palabra, entonces sois verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
Respondieron a Jesús,
“Somos descendencia de Abraham y nunca hemos estado sometidos a ningún hombre. ¿Qué queréis decir cuando decís: ‘ Seréis libres’”.
Respondió Jesús,
“Todo el que comete pecado es esclavo del pecado. El esclavo no vive en la casa para siempre, pero el Hijo vive para siempre.
Así pues, si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres.
Sé que sois descendencia de Abraham, pero intentáis matarme porque mis palabras no han cambiado vuestros corazones.
Yo hablo de las cosas que he visto con mi padre, y tú haces las cosas que has oído a tu padre”.
Respondieron a Jesús,
“Nuestro padre es Abraham”.
Jesús les dijo,
“Si realmente fuereis hijos de Abraham, haríais las obras de Abraham.
Pero ahora buscáis la forma de matarme a mí, un hombre que os ha dicho la verdad que he oído de Dios. Abraham no actuaría así. Vosotros hacéis las obras de tu Padre”.
Ellos le dijeron,
“No hemos nacido de un acto de fornicación, tenemos un solo Padre, Dios”.
