Todos los días Jesús iba al templo a enseñar y todas las noches Él regresaba al Monte de los Olivos, donde Él dormía.
La gente acudía temprano por la mañana para oírle.
Cuando los discípulos iban a Jerusalén con Jesús para escucharle enseñar en el templo, ellos pasaron junto a la higuera que Jesús había maldecido. Estaba muerta, tanto la raíz como la rama.
Cuando los discípulos lo vieron, se maravillaron y preguntaron,
‘¿Cómo se marchitó y murió tan pronto la higuera? Pedro recordó que Jesús había maldecido la higuera y dijo a los demás discípulos que ésa era la razón de que se hubiera marchitado’.
Jesús les dijo,
“Tened fe en Dios. Si tenéis fe y no dudáis, no sólo podríais hacer lo que se ha hecho con esta higuera, sino que podríais decir a esta montaña: quítate de ahí y tírate al mar.
Si lo creéis en vuestro corazón y no dudáis, se hará lo que decís. Pedid creyendo en la oración y lo obtendréis. En tanto que estéis orando, perdonéis a aquellos contra los que tengáis algo, para que vuestro Padre celestial os perdone vuestros pecados”.