Entonces la banda de soldados y el tribuno y los oficiales de los judíos tomaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron a Anás, que era suegro de Caifás, el sumo sacerdote aquel año.
Caifás, era el que había aconsejado a los judíos, que era mejor que un solo hombre muriera por el pueblo.
El sumo sacerdote (Anás había sido el sumo sacerdote anterior a Caifás y se le seguía llamando sumo sacerdote) le preguntó a Jesús por Sus discípulos y Su enseñanza.
Jesús le respondió,
“He hablado abiertamente al mundo, enseñando en las sinagogas donde se reúnen todos los judíos. No he enseñado nada en secreto. ¿Por qué me preguntas esto? Pregunta a los que me oyeron lo que enseñé, ellos saben las cosas que dije”.
Y cuando Jesús dijo esto, el oficial que estaba allí golpeó a Jesús con la mano, diciendo,
‘¿Así es como tú le respondes al sumo sacerdote?’
Jesús le respondió,
“Si he hablado mal, da testimonio del mal. Pero si he respondido bien, entonces, ¿por qué me has golpeado?”.