“Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son de este mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Yo no os ruego que los alejes del mundo, sino que los guardes del maligno.
Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad.
Así como me has enviado al mundo, yo los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico yo mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
No sólo ruego por éstos, sino también ruego por todos los que crean en mí a través de su palabra, para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Ruego para que ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Y la gloria que me has dado, yo se la he dado a ellos, para que sean uno como nosotros somos uno.
Yo en ellos y tú en mí, para que se perfeccionen en uno, a fin de que el mundo conozca que tú me enviaste y los ames, como me amas a mí.
Padre, deseo que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy, para que contemplen mi gloria, que tú me has dado. Porque me amaste antes de la fundación del mundo. Oh Padre justo, el mundo no te conocía, pero yo te conozco. Y los que me has dado, ellos saben que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer, para que permanezca en ellos el mismo amor con el que tú me has amado, y yo en ellos.”