Juan el Bautista había sido encarcelado por el rey Herodes.
Los discípulos de Juan le mantenían al corriente de lo que Jesús enseñaba y de los milagros que realizaba.
Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús,
“¿Eres tú el Mesías que esperábamos o debemos buscar a otro?”
Los discípulos de Juan el Bautista encontraron a Jesús y le preguntaron,
“Jesús, ¿eres tú el Mesías que esperábamos o debemos buscar a otro?”
Jesús no respondió inmediatamente a la pregunta.
Mientras los discípulos de Juan el Bautista esperaban una respuesta, Jesús sanó muchas enfermedades, sanó a los apestados, expulsó a los demonios y le regresó la vista a los ciegos.
Jesús se dirigió entonces a los discípulos de Juan el Bautista, que estaban asombrados por los milagros que acababan de presenciar con sus propios ojos, y les respondió diciendo,
“Id y contad a Juan las cosas que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados a la vida y a los pobres se les anuncia la Buena Nueva. Dile a Juan que dichoso es aquel que no encuentre motivos para no creer en mí”.
Cuando los mensajeros de Juan se marcharon, Jesús empezó a enseñar a las muchedumbres acerca de Juan el Bautista.
preguntó Jesús,
“¿Qué habéis ido a mirar al desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
¿Un hombre vestido con ropa costosa?
Los que van bien vestidos están en las casas de los reyes.
¿Qué esperabas ver? ¿Un profeta?
Sí, te digo que Juan el Bautista era mucho más que un profeta.
De Él escribieron los profetas cuando dijeron,
‘He aquí, que yo envío mi mensajero ante vuestra faz y él preparará el camino delante de ti’.
La verdad que debéis comprender es que, de todos los nacidos de mujer, nunca ha habido un profeta más grande que Juan el Bautista, y, sin embargo, la persona más humilde y menos importante del reino venidero es más grande que él.”
Toda la gente común que oyó esto alabó a Dios, reconociendo la sabiduría de Dios al enviar a Juan a bautizar con el propósito que los hombres se arrepintieran y se prepararan para el reino.
Pero los fariseos y los letrados rechazaron por completo la idea de que el bautismo de Juan fuera necesario o importante.