Categoría: Capítulo 5 – De la Primera a la Segunda Pascua

  • Tesoros Celestiales

    Tesoros Celestiales

    Jesús les dijo,

    “No guardes tesoros para vosotros aquí en la tierra, donde la polilla y el óxido consumen y donde los ladrones entran y roban.

    Guardad un tesoro en el cielo, donde no hay polillas que lo consuman, ni óxido que lo destruya, ni ladrones que entren a robar. Donde esté vuestro tesoro, allí es donde estará también vuestro corazón.

    La lámpara del cuerpo es el ojo. Si vuestro ojo se centra en las cosas eternas, vuestro cuerpo entero estará lleno de luz. Pero si vuestro ojo se concentra en las cosas malas, vuestro cuerpo estará lleno de tinieblas. Y esa oscuridad es grande.

    Nadie puede servir a dos señores, pues o bien odiará a un señor y amará al otro, o bien será leal a un señor y despreciará al otro.

    No podéis servir a Dios y a las riquezas terrenales.

    La conclusión es ésta: no os angustiéis por vuestra vida, por lo que coméis o bebéis o por la ropa que lleváis. ¿No es la vida algo más que la comida, el cuerpo y la ropa?

    Mirad las aves del cielo. No plantan ni cultivan, ni acumulan provisiones en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois mucho más valioso que los pájaros?

    ¿Quién de vosotros, por estar ansioso, puede añadir un minuto a la duración de vuestra vida? ¿Y por qué os preocupa lo que lleváis puesto?

    Considerad los lirios del campo y cómo crecen. No trabajan ni cosen ropa y, sin embargo, ni siquiera Salomón, en toda su gloria, iba vestido como uno de ellos.

    Si Dios se ocupa de vestir a la hierba de los campos, que hoy está aquí y mañana se echa al horno, ¿no se preocupará aún más de vestiros a vosotros?

    No os inquietéis diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos? ¿Cómo nos vestiremos? Éstas son cosas que buscan los gentiles.

    Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.

    Pero debéis buscar primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. No os afanéis por el mañana, el mañana se cuidará de sí mismo.

    Ya hay suficientes problemas en un día como para añadirle problemas prestados de mañana”.

  • Deberes de los Súbditos del Mesías Parte 2

    Deberes de los Súbditos del Mesías Parte 2

    “Nuevamente, habéis oído el viejo dicho: ‘Cumplirás los juramentos hechos a Dios’.

    Y así hacéis juramentos en los que no se menciona a Dios, pensando que podéis evitar cumplir vuestra palabra. Os digo que no juréis en absoluto, ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el escabel de Dios; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. No juréis por vuestra cabeza, pues no puedes hacer que un pelo sea blanco o negro.

    En lugar de eso, haced que tu declaración sea “sí” y “no”. Cualquier otra cosa procede del maligno.

    Habéis oído que se dice: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pero yo os digo: No resistáis a la persona malvada. A cualquiera que os golpee en la mejilla derecha, volved la otra mejilla. Y si alguien os lleva a juicio para quitaros el abrigo, dejadle también el sobretodo.

    Si alguien os obliga a recorrer una milla con él, recorred la segunda milla por vuestra cuenta.

    Dadle a la persona que os pida algo. Si alguien quiere que le prestéis algo, prestádselo.

    Habéis oído que se dice: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pero yo os digo a vosotros que estáis escuchando: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen y orad por los que os persiguen y os maltratan.

    Así podréis ser hijos de vuestro Padre que está en los cielos. Pues él que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.

    Así pues, a la persona que os golpea en una mejilla, ofrecedle la otra. Y a la persona que os quite el abrigo, dadle también vuestro sobretodo. Dadle a todo el que os lo pida. No intentéis recuperar tus bienes de alguien que los tome prestados y no los devuelva.

    Si sólo amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? Incluso los recaudadores de impuestos aman a sus amigos, e incluso los pecadores aman a aquellos que les aman. Si sólo hacéis el bien a los que os hacen el bien a vosotros, ¿qué recompensa tienéis? Incluso los pecadores hacen esto.

    Si prestáis a alguien, esperando que os lo devuelva, ¿qué recompensa tendréis? Incluso los pecadores prestan dinero esperando que se les regresen una cantidad igual o mayor.

    Amad a vuestros enemigos y hacedles el bien. Tened presente que Dios es bondadoso con los ingratos y los malvados.

    Si sólo saludáis amablemente a vuestros amigos y parientes, ¿qué tiene eso de digno para ser mencionado? Todo el mundo hace esto.

    Debéis ser misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. Debéis ser perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”.

  • Deberes de los Súbditos del Mesías

    Deberes de los Súbditos del Mesías

    Jesús les dijo,

    “No pienses que he venido a destruir la ley o los profetas. No he venido a destruir, he venido a cumplir.

    Os digo una verdad importante, hasta que pasen el cielo y la tierra, ni un pequeño trazo de la pluma, ni la letra más pequeña del alfabeto será eliminada de la ley hasta que todas las cosas se cumplan.

    Quien quebrante uno solo de los mandamientos más pequeños, y enseñe a los hombres a quebrantarlos, será llamado el más pequeño en el reino de los cielos.

    Pero el que enseñe la ley de Dios –y además la cumpla– será llamado grande en el reino de los cielos.

    A menos que vuestra justicia sea mayor que la de los escribas y fariseos, vosotros no entraréis en el reino de los cielos.

    Habéis escuchado decir por mucho tiempo: No matarás; y quien mate, se expondrá al juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje con su hermano correrá peligro de juicio; y cualquiera que diga a su hermano: “Hereje”, correrá peligro del consejo; y cualquiera que diga: “Necio”, correrá peligro del fuego del infierno.

    Si estás haciendo tu ofrenda en el altar y mientras estás allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda en el altar y ve a buscar a tu hermano y reconciliate, y luego ven a hacer tu ofrenda.

    Ponte de acuerdo con tu adversario rápidamente, antes de que vaya al juez, o tu adversario te llevará ante el juez, y el juez te entregará a un funcionario del tribunal que te meterá en la cárcel.

    En verdad os digo esto: no escaparéis de vuestro castigo hasta que hayáis pagado el último céntimo que debéis.

    Habéis escuchado que se ha dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira siquiera a una mujer con lujuria hacia ella, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.

    Si tu ojo derecho te hace tropezar, arráncalo y tíralo. Es mejor que perezca una parte de tu cuerpo a que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

    Si tu mano derecha te causa hacer el mal, córtala y tírala. Es mejor que te cortes una parte de tu cuerpo y la tires, a que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

    Se dice: El que se divorcie de su mujer, que le dé una escritura de divorcio. Pero yo os digo que el que se divorcia de su mujer, salvo por motivo de fornicación, la convierte en adúltera, y aquel que se casa con ella después de divorciada comete adulterio”.

  • Deberes de los Discípulos del Mesías

    Deberes de los Discípulos del Mesías

    Jesús les dijo,

    “Vosotros sois la sal de la tierra, pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo puede volver a ser salada? No sirve para nada y es desechada y pisoteada bajo los pies de los hombres.

    Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre una colina no puede estar oculta. Tampoco los hombres encienden una lámpara y la ponen debajo de una maceta. La ponen sobre un candelabro para que alumbre a todos los de la casa.

    Del mismo modo, debéis hacer brillar vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”

  • Bienaventuranzas

    Bienaventuranzas

    Después de esto, Jesús subió de nuevo a la montaña y encontró un lugar donde sentarse. Sus discípulos acudieron a Él. Jesús levantó Sus ojos, los miró y empezó a enseñarles. Esto es lo que Él enseñó.

    Jesús le dijo,

    “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

    Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

    Bienaventurados los modestos, porque ellos heredarán la tierra.

    Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

    Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obtendrán la misericordia.

    Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

    Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios

    Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

    Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.

    Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados.

    Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

    Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os excluyan de su compañía, y os maltraten, y tachen vuestro nombre de malo, y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros falsamente, por mi causa.

    Alegraos en aquel día, regocijaros y saltad de gozo, porque vuestra recompensa es grande en los cielos; pues así trataron y persiguieron sus padres a los profetas que os precedieron.

    Pero ¡ay de vosotros, que sois ricos!, porque ya habéis recibido vuestro consuelo. Ay de vosotros que ahora estáis saciados, porque tendréis hambre. Ay de vosotros, los que ahora reís, porque os lamentaréis y lloraréis.

    Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros, porque así trataron a los falsos profetas”.

  • El Sermón de la Montaña

    El Sermón de la Montaña

    Jesús bajó de la montaña con Sus discípulos y encontró un lugar llano.

    Se le unió una multitud de otros discípulos y un gran número de personas de toda Judea y Jerusalén y multitudes de la costa de Tiro y Sidón que habían venido para escucharlo y para ser sanados de sus enfermedades. Cuando Jesús vio a la multitud, sanó a los que estaban enfermos y a los que padecían alguna dolencia.

  • Jesús Elige a los Doce Apóstoles

    Jesús Elige a los Doce Apóstoles

    Días después, Jesús se fue a las montañas a orar y siguió orando a Dios toda la noche. Cuando llegó la mañana, Él reunió a todos Sus discípulos y nombró a los que quería que fueran Sus apóstoles elegidos.

    He aquí los nombres de los apóstoles que Jesús eligió:

    1. Simón, al que llaman Pedro.

    2. Andrés, hermano de Simón.

    3. Santiago, hijo de Zebedeo (apodado uno de los hijos del trueno).

    4. Juan, hermano de Santiago (apodado el otro hijo del trueno).

    5. Bartolomé.

    6. Felipe.

    7. Tomás, también llamado Dídimo.

    8. Mateo el recaudador de impuestos, también llamado Leví.

    9. Santiago, hijo de Alfeo.

    10. Tadeo.

    11. Simón el Zelote.

    12. Y por último, Judas Iscariote (el que traicionó a Jesús).

  • Jesús Sana Multitudes

    Jesús Sana Multitudes

    Jesús sabía que los fariseos estaban conspirando para matarlo y se retiró con sus discípulos al mar de Galilea.

    Muchos de los que lo seguían eran de Galilea, Judea, Jerusalén e Idumea, incluso muchedumbres que venían de más allá del Jordán y de los alrededores de Tiro y Sidón.

    Jesús sanó a todos los que estaban enfermos, pero les dijo que no hablaran de ello para que se cumplieran las Escrituras.

    De nuevo, fue el profeta Isaías quien dijo,

    “Mira a mi siervo a quien he elegido, mi amado en quien se complace mi alma; pondré mi Espíritu sobre él, y él anunciará el juicio a los gentiles.

    Él no se esforzará, ni gritará, ni nadie oirá su voz en las calles. La caña quebrada no se romperá, ni él apagará la mecha humeante, hasta que el anuncio autorizado del propósito y la voluntad divinos sea enviado y haya avanzado hasta su triunfo final.”

    La multitud era muy numerosa y lo estaban estrujando. Jesús pidió a sus discípulos que le prepararan una barca en la orilla para escapar el aplastamiento de la multitud.

    En aquel momento un hombre endemoniado se postró ante Jesús y lloró,

    “Tú eres el Hijo de Dios”.

    Jesús siguió diciéndoles que no hablaran. Los enfermos, e incluso los que tenían plagas, se apretujaban por todas partes para acercarse a Jesús y tocarle.

  • Jesús Defiende a Sus Discípulos

    Jesús Defiende a Sus Discípulos

    Jesús y Sus discípulos caminaban juntos el sábado por un campo de grano, probablemente en el camino de Jerusalén a Galilea. Sus discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar grano, frotarlo en las manos y comérselo.

    Unos fariseos vieron a los discípulos comiendo el grano y dijeron a Jesús,

    “Mira, tus discípulos están infringiendo la ley del sábado. ¿Por qué hacéis lo que es ilícito hacer en sábado?”.

    Respondió Jesús,

    “¿No has leído lo que hizo el rey David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre?

    Recuerda cómo entró él en la casa de Dios, cuando Abiatar era sumo sacerdote, y tomó y comió los panes de la proposición y los compartió con toda la compañía que estaba con él.

    ¿Era lícito que David o su compañía comieran los panes de la proposición que estaban reservados sólo para los sacerdotes?

    ¿No has leído en la ley que, en el día de reposo, los sacerdotes del templo realizaban tareas y actividades que para otros eran contrarias a la ley?

    ¿Estaban libres de culpa? Os digo una cosa. Alguien que es más grande que el templo está aquí.

    Si supieras realmente lo que significaba cuando Dios declaró por medio del profeta: Yo deseo la misericordia y no los sacrificios, no habrías condenado a los inocentes.

    El Hijo del hombre es el Señor del sábado.

    El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. El Hijo del hombre es Señor incluso del sábado”.

  • Jesús Sana en Sabbat Parte 2

    Jesús Sana en Sabbat Parte 2

    “Se acerca la hora, y ya ha llegado, cuando que los muertos escucharán la voz del Hijo de Dios.

    Los que escuchen vivirán. Así como el Padre tiene vida en sí mismo, del mismo modo dio al Hijo vida en sí mismo, y el Padre ha dado al Hijo autoridad para ejecutar el juicio porque es el Hijo del Hombre.

    No os asombréis de lo que os digo: viene la hora en que todos los que están en los sepulcros escucharán su voz, y saldrán, los que hicieron el bien, a la resurrección de la vida; y los que hicieron el mal, a la resurrección del juicio.

    No puedo hacer nada, por mí mismo, sólamente juzgo de acuerdo con lo que oigo del Padre.

    Mi juicio es recto y perfecto porque expresa la voluntad de mi Padre, y mi Padre es el que me ha enviado a hacer su voluntad, y es su voluntad la que busco, no la mía.

    Si doy testimonio de mí mismo, entonces mi testimonio no es verdadero. Es el Padre quien da testimonio, y yo sé que su testimonio es verdadero.

    Habéis preguntado a Juan el Bautista, y él ha dado testimonio de la verdad. Pero el testimonio que yo recibo no procede de un hombre. Os digo estas cosas para que os salvéis.

    Juan el Bautista era como una lámpara de aceite que arde y alumbra, y vosotros estabais dispuestos a regocijaros por poco tiempo en su luz.

    Pero el testimonio que yo tengo es mayor y más convincente que el de Juan el Bautista. Porque las obras que el Padre me ha dado para realizar son las mismas obras que yo hago, y ellas dan testimonio de mí, y comprueban que el Padre me ha enviado.

    El Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Pero vosotros no habéis escuchado su voz en ningún momento, ni habéis observado su forma.

    No tenéis su palabra viviendo en vosotros, y esto se evidencia por el hecho de que no creéis al que el Padre ha enviado.

    Vosotros sscudriñáis las Escrituras, porque pensáis que en ellas encontraréis la vida eterna. Éstas son las mismas Escrituras que dan testimonio y atestiguan acerca de mí, pero no queréis venir a mí para podáis tener vida.

    Yo no recibo gloria de la gente. Os conozco y no tenéis el amor de Dios viviendo en vosotros.

    He venido en nombre de mi Padre y no me recibiréis. Si viene otro en su propio nombre, le recibiréis. ¿Cómo podéis creer, si recibís gloria unos de otros, pero os negáis a buscar la gloria que viene de Dios?

    No pienséis que es necesario que yo presente a mi Padre una acusación contra vosotros. Ya hay uno que os acusa y su nombre es Moisés, aquel en quien habéis posado vuestras esperanzas.

    Si realmente creyerais a Moisés, entonces me creeríais a mí, porque él escribió sobre mí. Pero como vosotros no creéis lo que Moisés escribió, ¿cómo vais a creer mis palabras?”.