Al oír esto, los escribas y los fariseos escucharon esto dijeron,
“Este hombre expulsa a los demonios por el poder de Belcebú, el príncipe de los demonios”.
Otros intentaron que Jesús realizara una señal celestial para demostrar que los fariseos estaban equivocados.
Jesús, comprendiendo todo lo que pensaban, los reunió y les contó esta parábola,
“¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Una ciudad o una casa dividida contra sí misma no puede subsistir. Un reino que está dividido contra sí mismo no puede subsistir.
Si Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo resistirá su reino? Y si Satanás se ha levantado contra sí mismo, no podrá sostenerse, sino que llegará a su fin.
Si yo expulso a los demonios por el poder de Belcebú, ¿con qué poder expulsan vuestros hijos a los demonios? Ellos serán vuestro juez.
Pero si, por el poder del Espíritu Santo de Dios, yo expulso a los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios.
Cuando un hombre fuerte que está completamente armado vigila su casa y sus pertenencias, su casa está segura. Pero si viene un hombre más fuerte y le derrota, le quita la armadura en la que confiaba, le roba sus bienes y destroza su casa.
Esto sólo puede ocurrir si el hombre fuerte es atado y vencido.
El que no está conmigo está contra mí, y la persona que no se reúne conmigo se dispersa.
La verdad que debéis comprender es ésta: todo pecado y blasfemia será perdonado. Pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada. Cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del hombre puede ser perdonado.
Pero quien blasfeme contra el Espíritu Santo nunca podrá ser perdonado y habrá cometido un pecado eterno. Este es un pecado que no será perdonado ni en este mundo ni en el mundo venidero”.
Ésta fue la respuesta de Jesús a los que decían que tenía un espíritu impuro.
Jesús continuó,
“Sed honesto, decid que es bueno el árbol que produce buenos frutos o decid que es corrupto el árbol que produce frutos corruptos.
¡Vosotros hijos de las serpientes! ¿Cómo podéis, siendo malos, hablar cosas buenas? Porque de la abundancia de vuestro corazón habla vuestra boca.
El hombre bueno, a partir del bien almacenado en él, produce cosas buenas. El hombre malo, a partir del mal almacenado en él, produce cosas malas.
Os digo una cosa: toda palabra imprudente que diga un hombre, dará cuenta de ella el día del juicio. Vuestras palabras os justificarán u os condenarán”.