Jesús les dijo,
“Vosotros sois la sal de la tierra, pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo puede volver a ser salada? No sirve para nada y es desechada y pisoteada bajo los pies de los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre una colina no puede estar oculta. Tampoco los hombres encienden una lámpara y la ponen debajo de una maceta. La ponen sobre un candelabro para que alumbre a todos los de la casa.
Del mismo modo, debéis hacer brillar vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”