Jesús Sana en Sabbat Parte 2

“Se acerca la hora, y ya ha llegado, cuando que los muertos escucharán la voz del Hijo de Dios.

Los que escuchen vivirán. Así como el Padre tiene vida en sí mismo, del mismo modo dio al Hijo vida en sí mismo, y el Padre ha dado al Hijo autoridad para ejecutar el juicio porque es el Hijo del Hombre.

No os asombréis de lo que os digo: viene la hora en que todos los que están en los sepulcros escucharán su voz, y saldrán, los que hicieron el bien, a la resurrección de la vida; y los que hicieron el mal, a la resurrección del juicio.

No puedo hacer nada, por mí mismo, sólamente juzgo de acuerdo con lo que oigo del Padre.

Mi juicio es recto y perfecto porque expresa la voluntad de mi Padre, y mi Padre es el que me ha enviado a hacer su voluntad, y es su voluntad la que busco, no la mía.

Si doy testimonio de mí mismo, entonces mi testimonio no es verdadero. Es el Padre quien da testimonio, y yo sé que su testimonio es verdadero.

Habéis preguntado a Juan el Bautista, y él ha dado testimonio de la verdad. Pero el testimonio que yo recibo no procede de un hombre. Os digo estas cosas para que os salvéis.

Juan el Bautista era como una lámpara de aceite que arde y alumbra, y vosotros estabais dispuestos a regocijaros por poco tiempo en su luz.

Pero el testimonio que yo tengo es mayor y más convincente que el de Juan el Bautista. Porque las obras que el Padre me ha dado para realizar son las mismas obras que yo hago, y ellas dan testimonio de mí, y comprueban que el Padre me ha enviado.

El Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Pero vosotros no habéis escuchado su voz en ningún momento, ni habéis observado su forma.

No tenéis su palabra viviendo en vosotros, y esto se evidencia por el hecho de que no creéis al que el Padre ha enviado.

Vosotros sscudriñáis las Escrituras, porque pensáis que en ellas encontraréis la vida eterna. Éstas son las mismas Escrituras que dan testimonio y atestiguan acerca de mí, pero no queréis venir a mí para podáis tener vida.

Yo no recibo gloria de la gente. Os conozco y no tenéis el amor de Dios viviendo en vosotros.

He venido en nombre de mi Padre y no me recibiréis. Si viene otro en su propio nombre, le recibiréis. ¿Cómo podéis creer, si recibís gloria unos de otros, pero os negáis a buscar la gloria que viene de Dios?

No pienséis que es necesario que yo presente a mi Padre una acusación contra vosotros. Ya hay uno que os acusa y su nombre es Moisés, aquel en quien habéis posado vuestras esperanzas.

Si realmente creyerais a Moisés, entonces me creeríais a mí, porque él escribió sobre mí. Pero como vosotros no creéis lo que Moisés escribió, ¿cómo vais a creer mis palabras?”.