Jesús Sana a Un Paralítico

Días después, Jesús regresó a Cafarnaún.

La multitud descubrió la casa donde se alojaba Jesús.

El número de personas que intentaban entrar en la casa era tan grande que no había sitio para que nadie se colara ni siquiera por una puerta.

Jesús empezó a enseñarles la palabra de Dios. Entre la multitud había fariseos y doctores de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén para ver y presenciar de primera mano los milagros que hacía Jesús.

Jesús estaba demostrando el poder del Señor y tanta gente había sido curada de toda clase de enfermedades y dolencias que los jefes religiosos de Israel no podían ignorar a Jesús.

Muchos de estos dirigentes religiosos sólo sentían curiosidad, otros eran escépticos y buscaban culpabilidad, pues cada vez más empezaban a ver a Jesús como una amenaza para su autoridad.

Mientras Jesús enseñaba a la multitud que había entrado en la casa, cuatro hombres que llevaban en una cama a un paralítico intentaron entrar en la casa, pero no pudieron debido a la multitud.

Así que subieron al hombre por las escaleras hasta la azotea, donde removieron las tejas del techo y lo bajaron por el agujero del tejado. Ellos bajaron al hombre justo en medio de la multitud en donde Jesús se encontraba enseñando y sanando.

Jesús se dio cuenta de su fe y dijo al paralítico,

“Hombre, anímate, tus pecados están perdonados”.

Cuando algunos de los escribas y fariseos que estaban sentados cerca de Jesús oyeron lo que había dicho al paralítico, empezaron a murmurar entre ellos.

“¿Cómo puede Él decir algo así?”

“Es un blasfemo”.

“¿Quién es esta persona que dice blasfemias?”

“¿Quién puede perdonar los pecados? Sólo Dios puede perdonar los pecados de un hombre”.

Jesús sabía lo que ellos estaban diciendo y pensando y les preguntó,

“¿Por qué tenéis malos pensamientos en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘tus pecados son perdonados’, o decirle: ‘levántate, toma tu lecho y camina’?”

El hombre se levantó inmediatamente, tomó su cama y caminó en presencia de todos. Luego se marchó a su casa, glorificando a Dios. Todos estaban asombrados, y cuando la multitud vio lo que había ocurrido, se llenó de miedo, asombro y excitación.

Empezaron a glorificar a Dios, que le había dado tal autoridad a un hombre.