A la mañana siguiente, temprano, Jesús se levantó, salió de la casa de Simón Pedro y se dirigió a un lugar desierto, en donde oró.
Simón Pedro y los que estaban con él empezaron a buscar a Jesús y, cuando lo encontraron, dijeron,
“Todo el mundo te está buscando”.
Jesús les dijo,
“Vayamos a la próxima ciudad donde yo pueda predicar, porque ésta es mi misión”.
La muchedumbre también buscaba a Jesús y, cuando lo encontraron, le rogaron que no abandonara su ciudad.
Pero Jesús les dijo,
“Debo anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios a las demás ciudades también, para eso he sido enviado”.
Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas y predicando el Evangelio del Reino, expulsando a los demonios y curando todas sus enfermedades y dolencias.
La noticia de Jesús se extendió por toda Siria; la gente llevaba a Jesús a todos aquellos que estaban enfermos, a los atormentados por demonios, a los epilépticos y a los paralíticos. Y Jesús los curó a todos. Grandes multitudes empezaron a seguir a Jesús desde Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y desde más allá del Jordán.