La Mujer en el Pozo Parte 2

Parte 6b

La mujer dijo a Jesús,

“Me doy cuenta que sois un profeta. Nuestros padres adoraban en este monte; y vosotros, judíos, decís que Jerusalén es el lugar adecuado para la adoración.”

Jesús le dijo,

“Mujer, créeme, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén serán los lugares para adorar al Padre. Vosotros adoráis ignorantemente: Nosotros adoramos inteligentemente, porque la salvación viene de los judíos.

Pero se acerca la hora, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Éstos son el tipo de adoradores que el Padre busca para que le adoren. Dios es Espíritu y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad”.

Dijo la mujer,

“Sé que viene el Mesías, el llamado Cristo; cuando venga, nos declarará todas las cosas”.

Jesús le dijo,

“Yo, el que te habla, soy él”.

Los discípulos estaban regresando de la ciudad y se asombraron al ver a Jesús hablando con la mujer. Pero nadie dijo nada al respecto.

La mujer dejó su cántaro de agua y se fue a la ciudad, y dijo a la gente del pueblo,

“Ven a ver a un hombre que me ha contado todas las cosas que yo he hecho. ¿Puede ser éste el Cristo?”

La gente empezó a salir de la ciudad para buscar a Jesús.

Mientras tanto, los discípulos pidieron a Jesús de comer. Pero Él les dijo,

“Tengo algo de comer que vosotros no sabéis. Los discípulos empezaron a preguntarse unos a otros: “¿Alguien le ha traído algo de comer?”.

Jesús les dijo,

“Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra. No digas: ¿No faltan todavía cuatro meses para la siega?

Os digo: alzad los ojos y mirad los campos, están blancos y listos para la siega. El que recoge la cosecha recibe un salario y recoge los frutos; el que siembra la semilla y el que recoge la cosecha se regocijarán juntos. Pues he aquí un dicho verdadero: Uno siembra y otro recoge.

Te envío a cosechar donde otros han sembrado la semilla, y ustedes se han convertido en parte de su trabajo”.

Muchos de los samaritanos creyeron en Él gracias a la mujer samaritana que testificó que Jesús le había contado todo lo que ella había hecho.

Cuando los samaritanos encontraron a Jesús, le pidieron que se quedara con ellos. Jesús aceptó su invitación y se quedó dos días. Entonces, creyeron muchos más por las palabras de Jesús.

Le dijeron a la mujer,

“Ahora creemos, no por lo que tú has dicho. Ahora creemos porque le hemos escuchado de él nosotros mismos y sabemos que es realmente el Salvador del mundo.”